jueves, 19 de marzo de 2009

La sangre que manchó a Shakespeare




Mientras Lady Macbeth se seca la sangre de sus manos sus lectores contemporáneos reconocerán en ella a la magna mater...
Una de las escenas más famosas de la dramaturgia universal es la primera del acto quinto de Macbeth, tragedia escrita por William Shakesperare entre 1603 y 1606. Lady Macbeth avanza por los aposentos de su castillo dormida pero con los ojos abiertos, sosteniendo una vela encendida. Se detiene para restregarse las manos, mientras grita:
“¡Afuera! ¡execrable mancha! ¡afuera digo! Una: dos. Entonces ya es tiempo de hacerlo. El infierno está oscuro. Vergüenza, mi señor, vergüenza. ¿Soldado y temeroso? ¿Qué nos importa que alguien lo sepa, si nadie puede pedir cuenta de nuestro poder? ¿Pero quién hubiera pensado que contenía tanta sangre el cuerpo del anciano?”
Luego, ante las miradas atónitas de un doctor y una dama de la corte, la durmiente se huele las palmas y dice: “El olor de la sangre está aquí todavía. Todos los perfumes de Arabia no podrían purificar esta pequeña mano”.
Esta es, claro, una imagen icónica del remordimiento. Lady Macbeth, debe recordarse, obligó a su esposo a matar a Duncan, el rey de Escocia, porque una profecía le señalaba como su sucesor.
La alusión a la sangre derramada en esta escena, además, hace evidente la identificación de Lady Macbeth con el arquetipo de la Madre Terrible. La insistencia de la cultura occidental en la función biológica femenina (la fertilidad) mutiló el signo identitario de la mujer fijándola en su función de mujer-vientre. En contraste, la muerte se hizo el símbolo de la distorsión monstruosa de la maternidad: la figura bestial que devora a sus hijos.
El símbolo de la magna mater (Madre Tierra/ Madre Terrible) es, además, una metáfora de la naturaleza. La contrición de Lady Macbeth es consecuencia de que ella misma se descubriera como vehículo de la fuerza brutal de la naturaleza. Esto, en la época del Humanismo, refuerza su imaginería monstruosa.
Desde finales del siglo XIV, esta corriente filosófica propugnaba, por primera vez en la historia, el estudio de las bellas artes producidas por la razón del hombre, por considerarlas base del avance cultural. Así, el carácter atroz de este personaje se halla justo en representar el poder de la magna mater (naturaleza), los instintos, y desafiar el orden lógico convenido por los hombres.
Lo propuesto queda reforzado por el desenlace, cuando el Rey Macbeth muere a manos de un hombre “que no nació de mujer”, uno que no posea en sí mismo la deuda con la magna mater y, en consecuencia, no esté manchado por la inconveniente irracionalidad.

Crédito Imagen: http://www.mcgoodwin.net/pages/images/sargentmacbeth.jpg

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