sábado, 28 de marzo de 2009

La inteligencia que obsesionó a Goethe































La tragedia de Fausto, escrita por JW von Goethe (1806) es una imagen universal de la búsqueda científica de la sabiduría y de sus ambigüedades morales. Una sección crucial de la primera parte de esta tragedia es el monólogo de Margarita ante la Virgen de la Dolorosa, en la escena que por toda denominación se marca como “Interior de la Muralla”. Allí dice Margarita: “¿Quién es capaz de sentir cómo taladra el dolor mis huesos? (…)¡Sálvame de la deshonra y de la muerte! ¡Vuelve compasiva tu rostro a mi duelo, tú, llena de dolores!”.
La angustia de estas palabras evidencia lo que el pudor de la época de Goethe no mostró. Margarita había entregado su virginidad a Fausto y ahora que él la había abandonado temía por su suerte. Este monólogo está, más bien, construido como un diálogo con la efigie de la madre virginal, que allí es la antítesis de Margarita. Si apela a ella es justo porque es “La Dolorosa”: lleva los cuchillos clavados en el corazón, como símbolo del dolor que siente al ver morir a su hijo, Jesús.
Cada personaje en la tragedia está hecho para representar un símbolo. Fausto es el hombre obsesionado con la búsqueda de la verdad en la época renacentista –que inaugura el imperio de la razón en Occidente— y Margarita es justamente el símbolo de esa búsqueda: la piedra filosofal. Como mujer, su atributo es la pureza, porque la verdad es limpia –o por lo menos esa es su representación cultural—. Ella es la imagen humana de la diosa cristiana: la Virgen María. He allí la fuerza dramática de la escena descrita: Margarita, la virgen mancillada, se arrepiente ante la imagen religiosa de la pureza que ha perdido, y la conexión entre ambas se establece a través del dolor.
La seducción de Margarita significa intrusión y traspaso criminal. Fausto la brutaliza, y así ha arrancado la piedra filosofal de la naturaleza. Aquí, el sexo se erige como la metáfora del control de la sabiduría. La Margarita impura es abjecta y ya no representa la verdad, que se la llevó quien supo seducirla.
Lo expuesto queda reforzado cuando Mefistófeles, el personaje que representa el diabólico ímpetu dionisiaco, se lleva a Fausto a la noche de walpurgis y dejan atrás el drama de Margarita. Se entregan los hombres al mundo de la magia, que fue uno de los medios para conocer la filosofía renacentista. La magia permite desentrañar lo oculto para dominarla naturaleza, entendida como todos los seres vivos. Así, Fausto posee la piedra filosofal y los métodos, científicos y ocultos, para desentrañarla de la naturaleza.

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