martes, 17 de marzo de 2009
Los dientes que amenazaron a Poe
Reflexiones feministas pueden llevarnos a pensar en el autor estadounidense como en un hombre más de carne que de huesos
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Si se piensa en la imagen literaria de la boca mujeril como una metáfora de la vagina (una obvia prerrogativa de las teorías feministas), las posibilidades lúdicas para la interpretación de textos de autores canónigos de la literatura universal se multiplican hacia los divertidos y recónditos meandros de sus íntimas figuraciones sexuales.
Por describir la obcecación con los dientes de una mujer, “Berenice” (1835) es el cuento más indicado para evidenciar el temor de Edgar Allan Poe hacia la figura femenil.
Sigmund Freud pensaba que la boca de la mujer se asocia con sus órganos sexuales exteriores (Interpretación de los sueños). Elizabeth Grosz, en The Strange Carnalities of Feminism (Routledge, 1995), analiza la fantasía de la vagina dentata –sí, textualmente aquello con dientes—. Esta perturbadora quimera representa la sexualidad femenina como “voraz, insaciable, enigmática”, pues en la cultura occidental “el hombre ha sido la medida de la representación de la sexualidad en todas las formas de encuentro erótico”. El razonamiento subyacente es disparatado: él se encuentra en supuesta debilidad frente a la paradoja que ella representa, desea tenerla, pero el sexo con ella amenaza caparlo. Esta idea acerca el mito de la vagina dentata a la femme fatale, quien por cierto es antepasada de la vamp.
Cierto que Berenice no anda a lo Mata Hari. Ella es el típica mujer enfermiza de Poe, pero el detalle está en la malsana monomanía que lleva a Egaeus, el narrador, a arrancarle sus 32 dientes, en medio de un ataque por el dolor de saberla muerta.
En su libro Sexual Personae: Arte y Decadencia de Nefertiti a Emily Dickinson (Valdemar, 2006), Camile Paglia señala que las hembras descritas por Poe pueden ser poseídas sólo si están muertas. Así, en “Berenice”, remover los dientes es hace metáfora poderosa: “El amor lleva al sadismo (…) el sexo es un combate ritual, que termina en la victoria de la mujer (…) Poe, como Sade, circunscribe el sexo al siniestro continuo de la naturaleza salvaje”, escribe Paglia.
El sexo también es una manifestación de la perversidad que Poe consideraba ser intrínseca a todo ser humano: lastimar por el sólo placer de hacerlo.
Así, Berenice, en cuya caracterización hierática Poe ha creado la mujer victoriana norteamericana, simboliza una proto-vampiresa, cuya sensual intelectualidad (se debe recordar que los dientes de ésta representan sus ideas) amenaza la masculinidad del protagonista. En los dientes-ideas de Berenice el autor parece transferir su miedo a la castración.
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